Siempre hemos escuchado aquel dicho de “¡se te va a quedar la cara cuadrada
de tanto ver la televisión!”. Esta frase que todos lo hemos oido alguna vez de
pequeños refleja una gran verdad: la televisión atonta y vuelve pasivas a las
personas que la ven. ¿Y por qué ocurre esto? Porque el entretenimiento barato
que emite este medio ofrece una visión del mundo previamente diseñada que
es muy cómoda de asimilar. La televisión educa en la
superficialidad, en los estereotipos y en los prejuicios. Las personas que se
pasan horas enteras viendo la televisión adquieren una visión del mundo ideada por
las grandes empresas de comunicación, y no son capaces de entender las
realidades que ponen en entredicho el discurso televisivo. Esas personas se vuelven incultas y, como consecuencia directa, fácilmente
manipulables.
Todas las televisiones cumplen en mayor o menor medida con la descripción
de arriba, pero, en el sector español, la mayor empresa de comunicación
fundamentada en la telebasura es, sin duda alguna, Mediaset España. Esta
empresa que se instaló en el país gracias a las influencias del bueno de
Berlusconi ha fundamentado casi la totalidad de su programación en ofrecer
contenidos sensacionalistas, estereotipados y altamente espectaculares en el
peor sentido de la palabra. También ha devaluado el concepto de cultura, y me
atrevo incluso a afirmar que entorpece la evolución moral del conjunto de la
sociedad.
No obstante, aunque soy consciente de la seriedad de las acusaciones que he
hecho arriba, no es menos cierto que siento cierta fascinación hacia esta
empresa, y en especial hacia su cadena principal: Telecinco. Es bien sabida la
pésima calidad cultural de los contenidos de esta cadena, y sin embargo, existe
alguna característica bien innata, o bien de origen cultural en nosotros que
hace que sus programas se consuman y que, como consecuencia, la cadena lleve 25 meses ininterrumpidos siendo líder de
audiencia, especialmente en el País Vasco.
Siendo conocedor de esta realidad, yo no paro de preguntarme el porqué de
esto. ¿Qué tienen los contenidos de Telecinco que tanto atraen? Esta misma pregunta
la he formulado múltiples veces en mi cuadrilla, y ellos me dicen: no, a ver.
Yo, por ejemplo, ha habido veces que admito que he visto Mujeres y Hombres y Viceversa, pero fue sólo el trono de Manu y
porque me pilló en verano cuando tenía mucho tiempo libre. Otro responde: sí.
Es que eso es. Cuando tienes tiempo libre ves esas cosas.
Y seguramente tendrán razón. El tiempo libre, contenidos que no te hacen
pensar y que sencillamente resultan entretenidos. Puede que la combinación de
estos factores de cómo resultado los altos índices de audiencias que registra
la empresa. Sin embargo, ¿es justo que las personas que participan en este tipo
de programas consigan hacerse famosas sin más? O peor aún, ¿ merecen estas personas nuestro reconocimiento y nuestra admiración? O mucho peor
todavía, ¿tienen algún tipo de
dignidad? Estas son preguntas que me formulo yo continuamente en mi cabeza. No sé de
qué manera se pueden aplicar la ética y los valores morales en la televisión
sensacionalista, no sé cómo valorarlo.
Por otro lado, también me resulta muy curioso imaginar de qué manera podría beneficiar nuestra sociedad la no existencia de la televisión sensacionalista. ¿Os podríais imaginar un mundo donde sólo existiesen canales de televisión con programaciones como la de La 2? ¿Podría eso mejorar nuestra cultura, nuestros valores y, en consecuencia, nuestra moral en la sociedad? O por el contrario, ¿debemos desmitificar el poder de la televisión como medio de comunicación de masas? ¿Por qué atrae siempre lo vulgar y no lo culto? ¿Por qué aplaudimos tanto a los sinvergüenzas y no a los intelectuales? ¿Por qué hacemos de lo grotesco nuestra mayor característica diferenciadora? ¿Y por qué tenemos esa necesidad de explicitarlo todo en vez de apreciar la belleza de lo implícito?
Por otro lado, también me resulta muy curioso imaginar de qué manera podría beneficiar nuestra sociedad la no existencia de la televisión sensacionalista. ¿Os podríais imaginar un mundo donde sólo existiesen canales de televisión con programaciones como la de La 2? ¿Podría eso mejorar nuestra cultura, nuestros valores y, en consecuencia, nuestra moral en la sociedad? O por el contrario, ¿debemos desmitificar el poder de la televisión como medio de comunicación de masas? ¿Por qué atrae siempre lo vulgar y no lo culto? ¿Por qué aplaudimos tanto a los sinvergüenzas y no a los intelectuales? ¿Por qué hacemos de lo grotesco nuestra mayor característica diferenciadora? ¿Y por qué tenemos esa necesidad de explicitarlo todo en vez de apreciar la belleza de lo implícito?
Preguntas, preguntas y más preguntas. Sean cuales fueren las respuestas, lo cierto
es que la realidad del sector televisivo español, concretamente de Mediaset
España, es la que es. Y debido a la fascinación y esa relación de amor odio que
tengo con canales como Telecinco, he llevado a cabo un trabajo universitario
donde he hecho un análisis del discurso que crea Mediaset España acerca de la
prostitución. Me ha parecido especialmente interesante analizar el oficio más
antiguo del mundo en un medio como este, pues el carácter tabú de esta
profesión ha sido uno de los elementos que más ha utilizado la televisión para
acentuar la espectacularidad y el sensacionalismo con fines comerciales.