miércoles, 31 de mayo de 2017

Muertos vivientes


Hay personas que dejan de vivir para sobrevivir. Se vuelven muertos vivientes que deambulan por el mundo sin rumbo. No tienen nada. No les queda nada. No viven para nada.

Yo los conozco bien. Vivo entre ellos.

Son seres que fueron humanos, pero cuya cobardía y cuyo determinismo conformista fue apoderándose de ellos hasta que olvidaron lo que una vez fueron. Olvidaron cuáles eran sus ilusiones y deseos más profundos.

Murieron sin saber que habían muerto en su intento por sobrevivir. Vivieron una vez, pero se olvidaron de aquella vida. Y la vida pasada se volvió en un recuerdo idealizado, fuente de nostalgia que alimenta los corazones de los muertos vivientes cuan veneno mortal. Viven por el veneno. Y el veneno los mata sin saberlo y sin saberlo acaban muriendo.

Los muertos me llaman. Quieren que me una a ellos. Pero yo me resisto. Les digo que no. Que soy joven, que tengo ilusiones. Tengo causas, tengo aspiraciones. No quiero morir. No todavía. Tengo vida por delante.

Tengo amor de gente que me hace sentir que pertenezco. Pues nada más que eso nos ha de mover por dentro. El amor puro y libre, sentimiento cálido que revive. Remedio para revitalizar los corazones de los supervivientes y de los muertos vivientes.

Pero es complicado encontrar ese amor revitalizador.

Supongo que un día te levantas, ves que la vida que deseas no es la que tienes y lo dejas todo. Ya nada te ata. Ya nada te retiene. Sólo tiempo para ti. Para crecer. Para emocionarte y enamorarte. Para encontrar algo que te mueva por dentro. Algo que te ilusione. Hacer algo por lo que merezca levantarse cada mañana y vivir.

Es hallar eso o morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario